Crónicas
Espectacular debut de los alemanes de Powerwolf en Guadalajara
Con gran teatralidad, el quinteto maquillado como cadáveres, Powerwolf, tomó el escenario, lanzándose de inmediato al primer himno blasfemo, “Bless ’em With the Blade”.

Tras una espera de cinco años, los alemanes de Powerwolf, regresaron a México e incluyeron a Guadalajara por vez primera el 24 de abril en el Teatro Estudio Cavaret. A diferencia de Ciudad de México donde fue un sold out, Guadalajara no llegó a las mismas instancias pero la entrada fue aceptable, cerca de 1,400 personas, asistieron a llamado de la manada. En punto de las nueve de la noche, el escenario se sumió en la oscuridad. Estructuras de piedra y arcos de ventanas góticas formaban parte de la escena, con dos feroces hombres lobo flanqueando los extremos izquierdo y derecho del escenario. La multitud, cada vez más ansiosa, comenzó a corear: "¡Powerwolf! ¡Powerwolf! y aullar. En punto de las nueve de la noche, un interludio sombrío, como salido de una iglesia, comenzó a sonar, anunciando el inicio de la misa licántropa.
Con gran teatralidad, el quinteto maquillado como cadáveres, Powerwolf, tomó el escenario, lanzándose de inmediato al primer himno blasfemo, “Bless ’em With the Blade”. La pegajosa melodía de esta canción, perteneciente a su más reciente álbum, fue la introducción perfecta, con una batería que sonaba mucho más potente que la de Archers: un golpe directo al tímpano. Al terminar la primera canción, el vocalista Attila Dorn se tomó un momento para dirigirse al público, mostrando una sonrisa que contrastaba con su atuendo de santo no-muerto. El hecho de que la banda no se tome demasiado en serio a sí misma hacía todo aún más divertido, algo que es un sello distintivo dentro del power metal.
Empuñando ahora un incensario que balanceaba peligrosamente cerca de la zona de fotógrafos, Dorn dio inicio a la siguiente cruzada, “Incense & Iron”. Se sentía como un grito de batalla, que dio paso de manera perfecta al siguiente tema, “Army of the Night”, repleto de riffs atronadores y una velocidad explosiva.Una melodía se fundía con la siguiente durante dos horas, pero la multitud nunca flaqueó. Se mecían y pisoteaban como una tripulación leal, con la voz de Dorn como el capitán del barco. Esa es otra característica del power metal: no suele ser revolucionario, sino interpretativo. Es difícil encontrar un momento que sobresalga entre la alquimia sonora, que sigue una fórmula bastante definida, pero una vez que te conectas con su frecuencia, quedas atrapado.
Se transformaron en hombres lobo por completo para su set de encore, incluyendo “We Drink Your Blood” y, finalmente, “Werewolves of Armenia”. La inclusión de frases en latín y aleluyas le daba un inquietante aire de ceremonia eclesiástica. La canción final llegó a su fin, pero con la energía aún en su punto más alto, Dorn decretó que habíamos sido poseídos por el poder del metal. Y al salir del recinto, al observar la luna gibosa creciente, ciertamente parecía más brillante de lo habitual.

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