Lo dije en la reseña de su álbum debut, Saxon es mi banda favorita de la Nueva ola del heavy metal británico y le tengo un aprecio del porte de un buque. Por eso, cada vez que sacan un nuevo álbum aparece en mi cara una sonrisa de oreja a oreja. Pareciera ayer cuando se anunciaba la retirada de Paul Quinn de los conciertos en vivo, pero su puesto lo cubrió otra leyenda de la NWOBHM, Brian Tatler de Diamond Head. Con él en sus filas, Saxon por vigésima cuarta vez viene a decirnos ¡estamos más vigentes que nunca muchachos/as! con Hell, Fire and Damnation.
Hace años que no escuchaba una introducción recitada en uno de sus trabajos. Llamada apropiadamente «The Prophecy», la voz la pone el ya veterano pero histórico actor británico Brian Blessed. Ese breve relato da paso a la potente «Hell, Fire and Damnation», ese tipo de canción inicial que siempre compone la banda de forma maravillosa en cada uno de sus discos desde hace años. Por eso es una apertura tradicionalista y clásica. El riff y la melodía de «Madame Guillotine» nos traslada al sajón de los viejos tiempos, una remembranza a las canciones de tempo medio de su etapa clásica; incluso sorprende esa bajada a mitad del tema. En ese momento, toma más sentido ese recuerdo histórico. Nigel Glockler nunca decepciona cuando toma el control de la aceleración y en «Fire and Steel» no queda corto; un speed metal en donde todos los músicos ponen a prueba sus músculos, incluido Biff Byford porque suena increíble. Por cierto, en esta figura como invitado Paul Quinn. «There’s Something in Roswell», con una intro extraída del bául de los recuerdos de la NWOBHM, tiene un adictivo estribillo. Acá el punto destacable son las guitarras de Tatler y Doug Scarratt, ya sea el riff, los arreglos y el solo, un muy buen trabajo por parte de ambos.
Los relatos históricos son contados en «Kubla Khan and the Merchant of Venice», una canción que me recuerda mucho a su etapa de los noventa. La energía de Glockler es brutal. Otra composición que pareciera haber sido compuesta en su etapa clásica es «Pirates of the Airwaves», un heavy metal con influencias del hard rock un tanto melódico en la voz, en particular en el estribillo. Si hablo de melodía del rock pesado, «1066» coincidiría con ese préstamo amigable. Acá otra vez está presente esa recuperación sonora clásica de sus primeros álbumes. «Witches of Salem», con unas voces desesperadas que estuvieran siendo consumidas por la hoguera en la intro (bueno, acorde con el título de la canción) muestra a la banda, pero sobre todo a Glockler, jugando hábilmente con el ritmo (corto aquí, retroceso por allá, me salto esto acá, ustedes entienden). Con la participación de Quinn nuevamente, el álbum se despide con la rápida «Super Charger», un estilo de canción que ha permanecido inamovible en la carrera de Saxon desde Solid Ball of Rock.
Saxon demuestra una vez más de que están hechos, porque sin importar la cantidad de arrugas o canas, lo que de verdad les importa es seguir roqueando con dignidad y erguido ante todo. Eso es precisamente Hell, Fire and Damnation, otro ejemplo más de que Byford y compañía están más vigentes que nunca. Un trabajo discográfico que no tiene ningún punto bajo y con los ojos bien puestos sobre el objetivo, como si fuese un águila al acecho en pleno vuelo. La calidad de las canciones, la producción, los trabajos de guitarra, la sección rítmica (Glockler sobre todo la rompe en este álbum) y Byford (es increíble como su voz no muestra ningún grado de decadencia) son los aspectos que la banda supo sacarle provecho de manera positiva. A pesar de que la publicación constante de álbumes en ciertas ocasiones evita un impacto brutal en los oyentes ocasionales (algo que Saxon debe saber), es notable como en cada uno de sus trabajos logran una calidad fija y estable, y este no es la excepción. Bueno, hay que ser realista de que la experiencia juega mucho a favor también.

