Reseña: Fight - «War of Words» (1993)
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Reseña: Fight – "War of Words" (1993)




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Fight - «War of Words» (1993)

¿Cómo poner a prueba la importancia, trascendencia y calidad de un músico dentro de una banda? Sepáralo y déjalo que haga una carrera solista, porque "es en la cancha donde se ven los gallitos". Una de esas carreras en solitario que me agrada, resultó bien y ejemplifica este cuestionamiento, es la de Rob Halford. En 1992, el "Metal God" dejó Judas Priest, se llevó al baterista Scott Travis consigo y decidió tomar el control de todo para lanzar un álbum en solitario, no con su nombre, que hubiese sido lo obvio, sino con otra banda: Fight. El vocalista tomó nota de lo que sucedía por entonces y optó por sorprendernos con un álbum lleno de crítica social en War of Words.

Aspectos como las twin guitars, la poderosa batería de Travis y los tonos agudos de Halford hacen que la primera pista, "Into the Pit", sea una continuación directa del álbum Painkiller. No obstante, el vocalista hace un movimiento hábil e inteligente al acercarse al groove metal, como una rebelión hacia el heavy metal tradicional, que él y su otrora banda ayudaron a formar. Todo este concepto de agresividad y potencia se repite en "Nailed to the Gun", una canción que no tiene una separación con la primera, emergiendo como su melliza. Me agradó mucho la conjunción en el estribillo de los tonos agudos de Halford y los growls; como la unión de dos mundos hermanados. "Life in Black" tiene un toque de la vieja escuela; su riff fácilmente podría haber sido de Black Sabbath, hay elementos un tanto bluseros en el solo y una progresión vocal dinámica que asciende y desciende como en el Judas Priest de los setenta.

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"Immortal Sin" mantiene el metal clásico, con un Halford totalmente entregado: en los versos suena áspero, rudo y oscuro, mientras que en el estribillo es más melódico. Las guitarras suenan modernas, para la época por supuesto, pero es ese arpegio sin distorsión en el estribillo que le da un toque extra a la canción, un excelente trabajo allí. El groove metal nuevamente vuelve en "War of Words" en que el británico alza su voz hasta las estrellas en los versos, pero es en "Laid to Rest" donde Halford hace efectivo su calidad como vocalista y compositor porque es una pista que nunca vimos o se atrevió hacer en Judas Priest. Su voz emulando lo arábigo es lo más innovador y curioso que le he escuchado, por delante del poderoso misticismo musical de las guitarras, ya sea la distorsionada como la arpegiada.

"For All Eternity" tiene ese aire de power ballad ochentera, por los versos acústicos, y el estribillo fuerte y liberado. Una fórmula que siempre funciona, sino vean a Scorpions. El puente que antecede y sigue al solo de guitarra es apasionado y desgarrador, la parte que más me gusta. "Little Crazy" posee una introducción muy estadounidense, entre el blues del sur y el country del medio oeste. Algunos momentos en cuanto a lo musical me recordó un poco a Judas Priest de la era entre Point of Entry o Screaming for Vengeance, no sabría decirles puntualmente cuáles, pero hay algo allí que me trae memorias de ese período. "Contortion" es como una mezcla sutil de varios elementos del groove metal, el thrash metal y el black metal, pero ojo, Halford no te lo dice directamente. La nota áspera y fija al final es su marca registrada. "Kill It" también repite esta receta inesperada, pero no con la misma efectividad, eso sí su estribillo es directo, marcado y sin mucha decoración melódica. "Vicious" hace lo mismo que sus antecesoras. Sin embargo, quiero puntualizar que su riff de guitarra principal es muy del metal industrial, suena a Rammstein, antes de que los alemanes se formaran. Curioso. "Reality, a New Beginning" tiene un esquema similar a su trabajo con Judas Priest, pero a medida que avanza se nota el espíritu propio, con una estructura que posteriormente replicaría con el grupo Halford en la década siguiente.

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War of Words es uno de los pocos álbumes que me agrada desde principio a fin y se puede mofar de que sea cien por ciento efectivo, gracias a su estructura definida, sin canciones sobrantes o que estén solo por cubrir el espacio de almacenamiento. Halford opta por un camino diferente a lo demostrado en Judas Priest, tomando en cuenta lo que pasaba en la industria y asumiendo una agresividad acorde con el tiempo, particularmente al adoptar el groove metal. Vocalmente se le oye más suelto, dinámico y versátil, ya que prueba otras técnicas que nunca trató en su anterior banda. Musicalmente tiene un leve recuerdo a Painkiller, por sus riffs inspirados y su potente sonido, una poderosa y eficiente mezcla entre la vieja y la nueva escuela. Me gusta cuando un artista sale de su zona de confort y se atreve a probar con cosas nuevas, obviamente sin sobrepasarse. Acá, Rob Halford hizo un movimiento audaz, astuto y fresco, dando como resultado un tremendo álbum y digno en la competencia del mejor disco debut de los noventa.

Colaborador de El Cuartel del Metal desde Chile. Responsable de reseñas de discos.

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