Crónicas
Journey y Deep Purple en Chile: un sueño imposible
Journey y sus integrantes tienen algo especial con Chile. Bueno, al menos algunos de ellos. Fuera de las discusiones por plata y demases entre Jonathan Cain y Neal Schon, Arnel Pineda vio a la Quinta Vergara como su prueba de fuego hace ya lejanos 16 años. El otro, lo contamos más abajo, porque lo importante es que la banda volvió al país tras más de una década y acompañados de unos monstruos vivientes como lo son Deep Purple. Vamos a lo que vinimos, que de que estuvo weno, estuvo weno.
Aleste, sin límites
Aleste a estas alturas entra en categoría de leyendas. La banda chilena tiene la particularidad de que su mal llamado one hit wonder es conocido hasta por generaciones harto más lejanas a su estreno en los 90s. Pero a decir verdad, es un agrado escuchar a una agrupación que no parece colada en el cartel, sino que se buscó un conjunto que sonara bastante cercano a lo que hacían quienes venían más adelante (aprende, Aerosmith 2016). Buen sonido, linda conexión con el público y Rodrigo Espinoza, su frontman, hablando bien bonito sobre esta experiencia y hasta mencionando a ‘la mexicana más linda’, su esposa Yuri. Sí, la mismísima del Apagón. Qué cosas suceden.
Un cover de ‘Sure Know Something’ de Kiss, comenzó a prender el ambiente entre algunos no tan familiarizados con las canciones de Aleste. Bueno, si es normal, estábamos todos esperando ‘Hay Un Límite’. El temazo por excelencia del glam rock chileno, nos demostró que hay algo que rompe el deseo y que va más allá. Qué entretenido fue ver a medio estadio coreando un tema nacional. Más allá de que un gringo quiso cortarles el tema a la mitad, el juego de pantallas vintage y las luces, a pesar de la iluminación natural aún reinante a esas horas, lograron su cometido. Bravo por Aleste, que por más que hubo algunas críticas por su elección, supo hacerla de la mejor manera posible sobre el stage y demostró que tenía bien ganado el puesto. Y eso es amar (eso es amar, eso es amar).
Deep Purple: la redención del Santa Laura
Ya, sí, todos nos sabemos la historia de la torre de iluminación. Más de algún tata rockero la cuenta como la mayor odisea de todos los tiempos. Algunos menos envalentonados, bajo brebajes milenarios, también dicen ser parte de ese evento. Dicho momento en el Estadio Santa Laura ya fue redimido totalmente con presentaciones de Deep Purple en años corridos en el mismo recinto. En este lugar, la banda de Ian Gillan y sus amigos suena como cañón a pesar del laaaargo recorrido. Ian Paice es una bestia del timing junto a Roger Glover. No hay comparación, más allá de que lleven más de cinco décadas tocando. Es que, bueno, cómo se les ocurre iniciar con ‘Highway Star’, tremendo golpe al mentón.
Hay que mencionar también que muchos asistentes solo iban por los hits más ‘oreja’. Porque no se sabían ni ‘Lazy’. Sí, había que decirlo. Está bien comprar una entrada e ir a disfrutar, pero si gastan la enorme cantidad de plata que costaba la cancha vip de este concierto, mínimo cantar algo más que ‘Smoke on The Water’… pero bueno, para gustos (y bolsillos), colores. Un setlist balanceado, con cortes nuevos y los más clásicos -rescatar ‘Into The Fire’ a estas alturas parecía onírico-, con Don Airey tributando a nuestra Mujer Maravilla por excelencia, Violeta Parra entre uno de sus solos de teclado, mientras que ‘el nuevo’, Simon McBride, demostrando porqué es el elegido para seguir el camino de Blackmore y Morse en una banda así de histórica.
‘Space Truckin’, ‘Hush’ y la magnánima ‘Black Night’ cerraron un set que Di Peiper manejó a diestra y siniestra. DP es de esas bandas que hay que ver, antes que sea tarde. Tampoco es que falten oportunidades, pero hay que ser honestos… en fin, mientras tengan las ganas y la fuerza para seguir haciéndolo, Deep Purple seguirá siendo carta segura para presentarse en vivo y demostrar que las leyendas están más vivas que nunca.
Journey y su energía inagotable
Parece increíble que hayan pasado trece años y medio desde su última presentación en Chile. Pero ahí también la razón de haber juntado más de 15 mil personas en un estadio que se veía imponente. La cancha de Unión Española fue testigo de un momento histórico cuando Journey apareció en escena. ‘Only The Young’ y ‘Be Good To Yourself’ abrieron el show, con algunos saltando y coreando. Sí, hay que marcar el algunos… pero ya, qué le vamos a hacer. Arnel Pineda, bautizado hace muchos años como ‘La Pulga Atómica’ por un diario chileno, sigue con la misma energía que parece hasta demasiada a veces. Sin embargo, vale la pena verlo desde cualquier lugar del estadio.
‘Lights’ fue EL momento de la noche, por sobre todas las cosas. Imagínense ir entrando a un lugar repleto, lleno de luces de celulares mientras la canción, justamente, se llama ‘Luces’. Al menos, para este redactor, todo lo vivido durante esos 5 minutos, vivirá gratis en su memoria hasta la tumba. Momentazo en un track que tuvo en las voces a Deen Castronovo, baterista de la banda que también tiene una particular historia con Chile. Hagamos el flashback: Ozzy Osbourne se presentaba en el Teatro Caupolicán (Monumental en esos años) y en la batería, venía el actual Journey. Año 95 y en la primera canción, Castronovo se quiebra un dedo con la orilla de la caja. Obvio, cualquiera se emociona tocando ‘Bark At The Moon’. Pequeña pausa, dedo entablillado y a continuar no más. Volvemos; ‘Lights’ se queda en el corazón de muchos como un momento imborrable, que ojalá se pueda volver a vivir un millón de veces más en esta vida.
Journey can’t help it
Journey quiere a Chile, más allá de los detalles ya explicados. La banda se sacó dos temazos del baúl, ‘Still They Ride’ y ‘Girl Can’t Help It’. En el caso de la primera, extraída de "Escape", no era ejecutada hace un año y medio. Esa onda. Para la otra, parte de "Raised On Radio", Arnel le hizo una sentida introducción para tocarla después de tres largos meses. Lágrimas en algunos asistentes para un corte de lo más melancólico en modo ‘Help’ de The Beatles. Música feliz, letra triste. Esas dos almas extrañándose y sin poder hacer nada para cambiarlo, a cualquiera le llega en algún momento.
De ahí en adelante, puros hitazos. ‘Send Her My Love’, la oda al picado ‘Who’s Crying Now’ y la bailable ‘Lovin’, Touchin’, Squeezin’ tuvieron lugar en ese orden desatando euforia y algarabía en todos los sectores, sin importar las vallas. ‘Open Arms’ abrió corazones y brazos por doquier, con su tristeza y líricas que han apoyado cuánta dedicatoria desde su estreno. Con un verso como ‘I need you to stay’, cuéntenla como quieran, pero frases así, hacen que esto no sea solo música. ‘Faithfully’, otro solo del incansable Neal Schon y ‘Wheel In The Sky’ se hace presente con una potencia sonora sin fallas. Es que hay que mencionarlo, el sonido de esta jornada fue impecable… y sin torres que se pudieran caer en la mitad de la cancha.
El encore que valió todo
Claro, hartos se estaban yendo a estas alturas para alcanzar el metro, pero venía lo mejor. ‘Separate Ways’, ‘Don’t Stop Believing’ y ‘Any Way You Want It’ se convirtieron en momentos de catarsis y euforia para muchos. El final cantado para un concierto que parecía no acabarse jamás. Dos horas cerradas con dos decenas de éxitos que ojalá no demoren otros trece años en volver.
La música es lo más importante siempre. Une vidas, generaciones y clases. No importa cómo pronuncien las canciones, el rock clásico y el AOR como le dicen algunos por ahí, son de los estilos más escuchados para estos lados. Y no importa qué tan metaleros sean algunos, igual buscan escabullirse por ahí y, en las sombras, tener su pequeño pedacito de cielo con luna llena como el de anoche para sentirse a gusto. Una jornada con tintes emocionantes que se volverá histórica con el pasar de los años. ¿Elegidos? Quizás, sí, el destino quiso que este martes miles de almas regresaran en el tiempo y disfrutaran de la música como en sus mejores años.
Samuel Víctor Acevedo
Fotos por Miguel Fuentes
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