Corría el verano de 1983 y el metal estaba a punto de recibir una paliza monumental. Unos jovencísimos y rabiosos Metallica estaban a punto de soltar a la bestia: Kill ‘Em All, su disco debut. Hoy, más de cuatro décadas después, seguimos sintiendo el temblor de aquel Big Bang que parió el thrash metal. Este álbum legendario no nació en un entorno pulcro y profesional, sino que fue forjado en el fuego del caos. Estas son algunas de las mejores historias de Kill ‘Em All que demuestran por qué es una obra irrepetible.
Historias de Kill ‘Em All: el grito de guerra que bautizó al monstruo
Olvídate del icónico martillo ensangrentado por un momento. La idea original de la banda era mucho más cruda, un verdadero escupitajo a la industria. Querían llamar al disco Metal Up Your Ass, con una portada que mostraba una mano con un machete saliendo de un inodoro. Como era de esperar, los distribuidores se negaron. La frustración era máxima, pero de la rabia nació la leyenda. Fue el inmenso Cliff Burton quien, harto de la cobardía, soltó la frase que lo cambiaría todo: «¡Que se jodan esos hijos de puta… Deberíamos matarlos a todos!». Y ahí estaba. El nombre perfecto para un disco que no era solo música; era una declaración de guerra.

Un mes de locura: la expulsión que creó una rivalidad eterna
La grabación fue una carrera contra el reloj marcada por una de las decisiones más drásticas. Apenas un mes antes de entrar al estudio, la banda se hartó de los problemas de Dave Mustaine con el alcohol. La solución fue simple: un boleto de autobús de vuelta a casa. Así, el guitarrista que coescribió himnos como “The Four Horsemen” estaba fuera, dando inicio a una de las grandes rivalidades del metal. Esta es una de las historias de Kill ‘Em All más contadas y fundamentales para entender a la banda.
En su lugar, reclutaron a Kirk Hammett de Exodus. Imagina la presión: tuvo apenas unas semanas para aprenderse todo. El mánager Jonny Zazula le pidió que replicara los solos de Mustaine para no confundir a los fans. Hammett, inteligentemente, tocó las primeras notas de los solos originales y luego los transformó con su propio estilo, una genialidad nacida de la urgencia.

Grabando en una mansión embrujada
Si la tensión no era suficiente, el lugar de grabación añadió su toque paranormal. El álbum se grabó en Music America, un estudio en una vieja mansión que Lars Ulrich asegura estaba «jodidamente embrujada». Contaba que sus platillos empezaban a girar solos y necesitaba que siempre hubiera alguien con él. Quizás esa atmósfera influyó en el solo de bajo (Anesthesia) – Pulling Teeth. Harto del ruido, Cliff Burton echó a todos, se fumó un porro, bebió una cerveza y grabó su obra maestra en una única e impecable toma. El famoso «Bass solo, take one» es literal.
Un disco que nadie quería y que fundó un sello
Hoy parece una locura, pero en 1983 ninguna discográfica quería saber nada de Metallica. Su sonido era demasiado «poco comercial». La solución vino de su mánager, Jonny Zazula, y su esposa Marsha. Creyeron tanto en ellos que fundaron su propio sello, Megaforce Records, solo para poder lanzar el álbum. Una apuesta kamikaze que cambió la historia. Pocas historias de Kill ‘Em All son tan reveladoras como la de su sello discográfico, nacido de pura fe y necesidad.
Desde sus letras, que James Hetfield tuvo que reescribir, hasta su sonido crudo, Kill ‘Em All es la furia de cuatro jóvenes contra el mundo. Un disco nacido del conflicto que, sin quererlo, dibujó el plano de un género entero.