Hace poco el mundo del metal supo del fallecimiento de uno de los pilares fundacionales del género musical, Ozzy Osbourne. Un músico que no solo deja un legado para los que somos fanáticos del heavy metal, sino también para la industria del entretenimiento, pues más que un cantante llegó a ser una figura pública debido a su carisma, su puesta en escena, las controversias y los excesos. Sin embargo, como no somos parte de la crónica rosa, nos quedamos con su legado musical. Por ese motivo, acá van las diez canciones imprescindibles de su carrera solista.
1. «Crazy Train» (1980)
Incluida como la segunda pista del álbum Blizzard of Ozz, «Crazy Train» se ha convertido en la canción insignia de Osbourne. La letra sobre el temor de la Guerra Fría es presentada por una de las mejores introducciones que se escucharon en 1980, además de un riff clásico a estas alturas. El protagonismo sin dudas se lo lleva Randy Rhoads con el solo de guitarra, tanto así que Osbourne queda como en un segundo plano. ¿»Crazy Train» es la canción que define el sonido de Osbourne post Black Sabbath? Apostaría que sí.
2. «Mr. Crowley» (1980)
Don Airey nos introduce en el mundo de «Mr. Crowley» con un gran solo de teclados. La letra sobre el ocultista británico Aleister Crowley es contada con una música que recuerda a Black Sabbath. Si Rhoads tuvo su momento en la canción anterior, en esta juega con partida doble, porque los dos solos de guitarra -influenciados por guitarristas europeos como Gary Moore, Ritchie Blackmore y Michael Schenker- muestra el real talento del joven guitarrista.
3. «Over the Mountain» (1981)
Otra introducción digna de destacar es la de «Over the Mountain», la pista inicial del álbum Diary of a Madman. Musicalmente nos puede recordar a la NWOBHM por su sonido pesado, pero también hay espacio para lo melódico, tanto en la voz de Osbourne como en la sección pre-solo. Destaco también que los golpes del baterista Lee Kerslake le dieron un toque distintivo y único.
4. «Bark at the Moon» (1983)
«Bark at the Moon» es la canción inicial del álbum homónimo de 1983; la primera vez que oímos a Jake E. Lee, en uno de los reemplazos más difíciles de la historia del heavy metal, tras el fallecimiento de Rhoads. El relato acerca de una criatura que atormenta un pueblo es auspiciada por una música directa, al hueso. Los efectos sonoros detrás en algunos versos le dan un valor un tanto místico, mientras que el solo de la parte final es un cierre de diez sobre diez.
5. «Shot in the Dark» (1986)
Tres años habían pasado de su último álbum cuando Osbourne nos presentó un sonido comercial en The Ultimate Sin (1986). Hay que ser conscientes de que había otro paradigma en la industria del rock por entonces. La pista final, «Shot in the Dark», es la muestra perfecta del sonido de este disco, pues está más orientada al glam metal y al AOR. No obstante, ese sonido hizo que resaltara dentro de un álbum alicaído.
6. «Mama, I’m Coming Home» (1991)
Más allá del seudónimo de príncipe de las tinieblas, Osbourne también tenía espacio para las power ballads, como «Mama, I’m Coming Home» del álbum No More Tears (1991). Como una especie de continuación sonora de «Close My Eyes Forever» (1989), cantada a dúo con Lita Ford, en esta oportunidad Osbourne relata de cierta manera su etapa plagada de excesos y el apoyo incondicional de su esposa Sharon. Una canción lacrimosa con sutiles lapsos de blues rock de por medio.
7. «No More Tears» (1991)
El bajista Bob Daisley da el paso a la sección rítmica en «No More Tears», una de las mejores canciones de Osbourne. Dinámica, metalera y rítmica, esta canción presenta elementos del metal progresivo. La parte media debe envidiar a cualquier agrupación progresiva, pues el ambiente ameno es una curiosidad exquisita dentro de la composición. El sonido fuerte de la guitarra de Zakk Wylde fue uno de los tantos ejemplos de lo que fue el heavy metal en la década de 1990.
8. «Hellraiser» (1991)
Si de intros buenas se habla, la de «Hellraiser» es una de mis favoritas, pues es oscura y astuta. Siendo una de las cuatro canciones coescritas con Lemmy Kilmister para No More Tears, «Hellraiser» es pesada, independiente de que el estribillo tenga coros que acentúan la melosidad. Otra vez el sonido de la guitarra de Wylde le da intensidad a la canción.
9. «Perry Mason» (1995)
Otra introducción que destruye cabezas es la de «Perry Mason», pista inicial del álbum Ozzmosis (1995). Detrás del mellotrón está nada más que Rick Wakeman, otro estandarte del rock, en este caso del progresivo. El riff principal y el sonido ponderoso de la guitarra son sinónimos de pesadez, que obligan a Osbourne a esforzarse un poco más en su entonación. La conclusión es otro aspecto destacado.
10. «Dreamer» (2001)
Con la colaboración de Mick Jones, fundador de Foreigner, y el compositor estadounidense Marti Frederiksen, Osbourne creó la preciosa balada de piano, «Dreamer». Incluida como la tercera pista de Down to Earth (2001), esta canción lenta y melancólica nos hace preguntar qué estamos haciéndole a la madre Tierra. Una elección más bien personal, pero es bueno de vez en cuando valorar lo que tenemos, como así lo afirma los versos de este tema.